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Blog de las Aventuras de Tatoo Adventure Gear

Mar

20

En el centro de las torres


Ignacio Vásquez nos relata su experiencia ascendiendo la Torre Central del Parque Nacional Torres del Paine.

Ruta: Bonington-Whillans 6b A2 / 800mts

Todo comenzó con una simple conversación con mi compañero James Baragwanath -hermanito y si vamos a la Torre Central nomas y nos dejamos de «romper los huevos”- minutos después de ver en el reporte meteorológico y ver como la isoterma se iba a las nubes en el Nevado Paine Grande, tuve una mezcla de sensaciones, me sentí morir al ver como el “pegue” se nos iba entre las manos por factores que no dependían de nosotros y por otra parte entusiasmado y nervioso con el solo hecho de pensar en la inmensidad de las paredes de la Torre Central. Guiados por nuestro instinto y motivación, peregrinamos con cada brecha de buen tiempo el transitado camino hacia el campamento Japonés en donde pasamos la primera noche acompañados por los cantos del río Ascencio y el bosque de Lengas que siempre llaman a la paz y reflexión.

Al día siguiente los infaltables mates en ayuno son un clásico o más bien una suerte de rito algo especial, mas aun cuando sabes que ese día vas a ingresar al “Templo”, el Valle del Silencio, infinito y sobrecogedor paraíso del granito siempre bajo el resguardo y vigilancia del Escudo, Fortaleza y el conjunto de las Torres del Paine, algo que definitivamente hay que vivir para entender.

Aquel día teníamos como objetivo llegara la famosa “Caja Whillans”, lugar en donde la historia popular cuenta que Whillans pensaba construir una suerte de caja-refugio de madera en el año 63′ previo a la primera ascensión de la Torre Central Junto a Sir Bonington, apellidos que finalmente darían nombre a la legendaria ruta. Una ves ahí y siendo casi medio día con James vimos la real posibilidad de adelantarnos en nuestro itinerario y dormir al largo 5 de la pared el cual mostraba en el croquis de la ruta una especie de repisa en donde podríamos hacer el primer vivac, nuevamente guiados por nuestro instinto nos embarcamos en esa misión, la aproximación fluyo tal cual esperábamos, entre escaladas de tercer y cuarto grado con alguno que otros escarchado producto de las nevadas de la semana anterior a la brecha de buen tiempo y con uno que otro paso algo vertical y así casi sin darnos cuenta estábamos en el Col Bich (Punto exacto de unión entre la Torre Norte y la Torre Central) punto exacto en donde partía nuestro real desafío y desde donde se puede apreciar el glaciar de las Torres y el valle del Silencio, debo reconocer que de a ratos la inmensidad del lugar me distraía y ponía mi atención en cualquier parte menos en la escalada, con tal escenario no era muy difícil distraerme.

Aproximación a Col Bish con vista a Campos de Hielo Sur

La escalada poco fluyo con temperaturas por debajo de los cero grados por lo que liberar cada largo se convertía en una tarea titánica habiendo varios de estos con pasos de escalada artificial A1 y A2 obligados y tal como se iban las horas de escalada se nos iban las horas de luz, siendo casi las 10 de la noche y con precaria luz llegamos al vivac del largo cinco en medio de ráfagas de viento de 50 km/h, incómodamente comimos una barrita proteica y nos dispusimos a dormir, ya que, el viento no nos daba siquiera chance de calentar la poca agua que nos quedaba en medio de la inmensidad de la noche . Esa noche fue una historia aparte, recuerdo haber cerrado mi saco de dormir y solo escuchar el flameo del saco vivac de mi compañero James al que de a ratos le preguntaba como estaba y solo se limitaba a darme un guiño de ojos quizá solo con el fin de guardar energía a la espera de que los primeros rayos del luz de la mañana siguiente nos dieran la energía para seguir encarando esta aventura.

Creo tener el privilegio de haber visto paisajes que te dejan sin aliento en estos últimos años entre expediciones, trabajo y proyectos en la montaña pero sin duda lo que viví la mañana del 5 de Febrero quedará en mi memoria probablemente hasta el último día de mi vida.

Corrían casi las 6 de la mañana cuando desperté y percibí que el viento ya no soplaba, con cuidado abrí el cierre de mi saco de dormir para ver si mi compañero James estaba bien y fue al asomar mi cabeza cuando vi la Torre Norte fundir en un color rojo-fuego, a ratos irreal pensando que podía ser un sueño. Pestañe varias veces sin dar crédito a los que mis ojos veían y sin aun asimilar lo que estaba contemplando volví a mirar a mi compañero James y ví Campos de Hielo Sur prácticamente arder en llamas, algo así como un mar de fuego y hielo que se perdían en el horizonte, era sin duda la señal que necesitábamos para encender la motivación que nos sacaría de ese lugar y nos impulsaría como un cohete pared arriba.

Lo que sucedió a continuación fue una suerte de trance, un viaje o algo así como una alucinación la cual me infundía mucho respeto, escalamos entre cuñas de madera y clavos de roca que probablemente tenían casi 60 año y a pesar del tiempo seguían ahí solidas y listas para ser usadas, esto me hizo meditar a medida que escalábamos sobre el valor, espíritu de aventura y fuego interior que vivía en aquellos aperturistas que en 1963 montaron aquellas finas fisuras de dedo y palma para coronar finalmente la Torre Central, mucho más valor aun tomo todo esto cuando pedí encarar el mítico “Techo Bonington”, una delicada micro-fisura con algunos pasos de escalada artificial la que conecta con un diedro que a poco de unos metros nos llevaría a pie del también conocido “Diedro Roja”, en donde la pared finalmente nos diría, ¡No!, ya que, al llegar a este punto y a pie del diedro prácticamente nos duchamos, el sol ya de tarde hacía estragos en cualquier posible acumulación de nieve existente en la pared, provocando el derretimiento de estas.

Guiados esta ves por el desapego y el razonamiento lógico concluimos que lo más sensato era bajar, ya que, escalar bajo esas condiciones no era una apuesta muy segura sumado a lo cansados y deteriorados que podíamos estar mentalmente luego de tan dura noche, en un día en el que predomino la escalada artificial, dispusimos del material necesario y nos preparamos para comenzar la secuencia de rapeles que tampoco serían un regalo pero que gracias al orden que dispusimos no tuvimos mayores inconvenientes hasta el último rapel en el que al recuperar la cuerda, esta se fue por factor del viento a la cara este de la pared, quedando atascada en una suerte de diedro.

Sin pensarlo mucho “me puse la 10” y encaramos la situación improvisando una reunión con stoppers y clavos de roca para poder bajar al rescate de la cuerda. De haber sabido que era un rapel aéreo en la cara este quizá habría optado por solo cortar la cuerda pero bueno, ya estaba ahí, era como estar en otro planeta u otra dimensión. Solo imaginen un rapel aéreo con el Glaciar Este de las Torres a no menos de 500 metros del suelo, recuerdo que habían muchas cuerdas atascadas y mucho material abandonado por lo que concluyo que era éramos los primeros en ese situación. Una vez rescatada la cuerda y con maniobras de auto rescate logre volver al Col Bich en donde me esperaba James presto para volver al Vivac que al cabo de unas horas nos cobijo como lo a echo con tantos escaladores post pegue para dormir hasta las tres de la tarde del día siguiente.

Ignacio Vásquez Palominos, ruta: Bonington-Whillans 6b A2 / 800mts