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Blog de las Aventuras de Tatoo Adventure Gear

Ene

21

Una montaña de portada


Por: Alex Torres, Embajador Tatoo                         

Nos levantamos a la 01:00 am en un día del mes de julio del año 2012, no hacía tanto frio, fue fácil hacer café, preparar la leche en polvo y comer cereal. A las 2:30 am empezamos la marcha por el valle frente al Shaqsha. El Shaqsha es una linda montaña poco visitada, que esa madrugada alumbrada por la luna, nos ofrecía una arista de morrena que termina justo en el glaciar.

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Alrededor de las 4 am calzamos nuestros crampones y unidos por la cuerda emprendimos marcha al frente para encontrar nuestro primer obstáculo, Nos preguntábamos ¿alguien sabe para dónde ir? Claro, ¡fácil!, pensé yo. ¡Arriba!

Esta es una montaña sin visitas en esa temporada,  no había nadie,  por esta  razón el camino es el mismo que imaginamos desde el campamento cuando miramos a lo lejos, a la montaña.

Con el primer paso empezó el ascenso y rápidamente alcanzamos la rimaya, el camino se empinó y al superar unas enormes paredes rocosas nos metimos sobre ellas, subimos sus empinadas rampas de nieve y avanzamos en diagonal.

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La conversación con mis compañeros me hizo pensar en el aspecto técnico. Coloqué cada vez que pude un seguro  o una estaca. En ocasiones el hielo emergente acolitaba un buen seguro. Al final de esas empinadas rampas encontramos un descanso plano apropiado para proteger los ojos del sol. Nos restregamos la carita con bloqueador y tomamos un respiro para superar una grieta. 

Avanzamos por la nieve blanda hasta la rodilla, y de pronto, en medio de nuestra “natación” en nieve-polvo superamos la grieta. Con grandes esfuerzos todos logramos superar el obstáculo.

Continué el ascenso por rampas y aristas muy empinadas. Sin advertir al grupo pasé por una delgada arista. Trepé por un enorme bloque de hielo y con mi único piolet, en momento  donde parar genera un fugaz sentimiento de “puedo caerme”, la cuerda se tensó. Una fuerza ‘sobrenatural’ me impidió alcanzar el último par de metros para detenerme a buen resguardo.

Mi compañera, que se enfrentó a la arista y sobre todo a los temores emergentes de lo más profundo de su espíritu o mejor de su instinto de conservación, decidió dar 2 pasos y superar la arista. Fue un alivio poder continuar, afortunadamente para mí la presión de la situación le impulsó a pasar y a tomar al toro por los cuernos.

Después de la debida discusión en terreno plano y al tomar un trago de agua y otro de valor decidimos continuar. La constante fue la arista muy empinada. De repente, apareció una grieta enorme e infranqueable a primera vista.

Mi compañera se aproximó rápidamente, obligándome a esperar y con ella a toda la cordada. Nuevamente, Luis Felipe  me dio la confianza. Di un paso sobre el bloque de hielo empotrado en la base y en un segundo me lancé de frente a la pared de hielo con mis herramientas.

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Continuamos escalando por una rampa que conducía a una arista, al final de esta claramente  veíamos la cumbre. A punto de terminar la rampa y ver como se convierte en arista, clavé el mango de mi piolet y al retirarlo vi la luz del otro lado. No se trata de la luz al final de un túnel, se trata de una afilada arista que se perfila muy delgada hasta la cumbre: unos 50 metros aproximadamente en diagonal al punto en el que nos encontrábamos.

Tallé una repisa en esa arista para poder acomodarme y esperar a mis compañeros. Fue gratificante ver la cara de satisfacción y la expresión de ¡esto es toda la escalada por hoy! Estoy seguro de que en la expresión de mis compañeros se reflejó también mi sentimiento.

Bajamos. Y viendo lo cercana que estaba la cumbre nos dirigimos nuevamente a la grieta que resultó igualmente interesante de subida y de bajada. Por suerte salimos a divertirnos y pudimos hacerlo gracias a un terreno entretenido en la montaña.

Con el paso de las horas el descenso se hizo tedioso. Fue necesario hacer muchos rapeles. Necesitábamos ahorrar estacas, desescalamos la mayor parte del camino hasta llegar a un rapel  en el que perdimos la huella y fue necesario improvisar una travesía para encontrar la línea de retirada nuevamente. Mientras tanto, vimos como el atardecer nos iluminó con intensos tonos naranja y las estrellas se tomaron el cielo ganando importancia a la linterna frontal.

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Finalmente encontramos la salida. Siendo las 10 de la noche,  viendo las estrellas reflejadas en el lago y caminando al campamento reflexioné sobre lo rico del sandwich que comíamos, las 2 o 3 barras energéticas, los 250 ml de agua y el bocadillo veleño que me regalo Katy.

Una hora más tarde llegamos a la carpa a comer y dormir con el balance de un día escalando en la montaña.